Byung-Chul Han (Seúl, 1959) quiere hablar de sus pianos. Tiene dos: un Steinway y un Fazioli. También quiere hablar de su jardín, que le gusta cuidar. Quiere hablar de la importancia de hacer cosas con las manos. “La felicidad viene por el trabajo con las manos”, dice, “para Heidegger el pensamiento es un trabajo manual, para Paul Celan también lo es la buena poesía. Sin mano no cabe ni la felicidad, ni el pensamiento, ni la acción”.

Han, el filósofo alemán de origen surcoreano, el pensador que vende libros como churros analizando el malestar contemporáneo, ese al que han llamado rockstar de la filosofía, ha sido este año Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. Se siente honrado de ser el sucesor de otros pensadores alemanes galardonados en Oviedo, como fueron Günter Grass, Hans Magnus Enzensberger o Jürgen Habermas. La clave de su éxito radica en ser el receptáculo de otros pensadores que analizaron la deriva del mundo contemporáneo, como Michel Foucault, Guy Debord o Zigmunt Bauman, y actualizar esta línea de pensamiento para un público que se ve reflejado en sus críticas a la autoexplotación, la hiperconexión, la aceleración o el vacío de nuestra existencia en el orden neoliberal…
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